sábado, 25 de junio de 2011

“Un cuento chino”, cuando la vida no es un absurdo

¿Qué pasaría si una vaca se te cayera en la cabeza? ¿Qué pasaría si un chino se te cayera en la cabeza? ¿Qué pasaría si todo tuviese un sentido? “Un cuento chino”, dirigida por Sebastián Borensztein e interpretada por Ricardo Darín muestra que la vida no es tan absurda como parece.

por Emiliano Galarza




Roberto (Ricardo Darín) está convencido que la vida es un gran sin sentido, que es un absurdo. Es ferretero y tiene su negocio en el local delante de su casa. Vive una vida rígida, esquematizada, rutinaria, aburrida, paralizada en el tiempo sin dejar entrar nadie a ella, hasta que aparece “un chino” (Huang Sheng Huang), la pesadilla de Roberto, y cambia de un segundo a otro su rutinaria vida.


“Es un chino”

Si bien la comunidad china aumenta en todo el mundo y especialmente en Argentina, los chinos no dejan de ser algo misterioso y contrastante con muchos países del occidente, especialmente con los jóvenes países de América.
Un argentino y un chino no es más que el Yin y Yang, lo opuesto en si mismo y al mismo tiempo la dualidad de lo existente en el universo de ambos personajes. Así piensa el inesperado huésped chino que es arrojado de un taxi luego que le robaran lo poco que tenía y aterrizara justamente donde Roberto descansaba tomando una cerveza.

Roberto no comparte en absoluto ese pensamiento, pero al aceptar ayudarlo, luego de sus conflictos internos de tener que convivir con un desconocido, asciende la curva en la escala de tolerancia de Roberto, que no quiere otra cosa que volver a su rutina.

Paralizado en el tiempo

Quien haya vivido en Argentina los principios de 1980, encontrará las particularidades que Roberto todavía conserva de aquella época: un FIAT 1500 de mediados de los ’60, un delantal gris azulado para atender a los clientes que hoy nadie usaría, una casa típica de la época, al igual que  la persiana del negocio, la decoración interior de la casa que no hace otra cosa que llevar al espectador una y otra vez a aquellos tiempos.

En "Un cuento chino", Roberto se quedó paralizado en el tiempo y desde entonces en esa vida. Hasta que apareció “un chino”, como Roberto siempre lo presenta a aquellos que notan que efectivamente algo en su vida ha cambiado.

Los recortes absurdos

 Roberto (Ricardo Darín) colecciona noticias absurdas, porque como él mismo dice, la vida es un absurdo, por lo tanto esa actividad, parte de su rutina, es una de las cosas más variadas que hace.  Y si bien, la vida seguirá siendo un absurdo, hay que destacar que comenzó con su costumbre al volver de la guerra de las Malvinas  en 1982, siendo muy joven y descubriendo que su padre, un inmigrante italiano, había recortado un artículo de diario donde Roberto aparecía en la foto vestido de soldado. Su padre había escapado de una guerra para tener que ver como su hijo iba a otra guerra, un absurdo.

Así, Roberto, parece caracterizar en esa casa la continuidad de su padre, de la vida en aquella época luego de la guerra de las Malvinas y de su juventud al mismo tiempo, pensando que nada tiene sentido. Aunque hay algo que no puede evitar, que el tiempo pase.

Tratamiento visual

La puesta de cámara en Un cuento chino es tranquila, la cámara no altera al espectador, la iluminación es la necesaria y todo hace que resalten en forma moderada los dos protagonistas, Roberto y el chino. Roberto habla español y el chino solamente mandarín, sin embargo esa contraposición provocan en el tratamiento visual una descontextualización de las cosas, que no es más que una descontextualización de la vida de Roberto.

Una pizca de amor

 Al chino se le suma Mary (Muriel Santa Ana), que está locamente enamorada de Roberto, quién no le deja ni un centímetro de su vida o posibilidad alguna, el chino, que cambió la vida de Roberto, hará que todo cambie, que los recortes absurdos tomen un sentido y que el amor y las relaciones humanas no son tan del todo así como su vida actual.


Los recortes increíbles y absurdos unirán a Roberto y al chino. El amor que en algún lugar del mundo desaparece por la fuerza del insólito, florece del otro lado por las consecuencias del  encuentro de dos personas que no tienen nada que ver una con la otra, pero que hará que uno de ellos encuentre lo que el otro perdió.





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